Monday, January 10, 2011

Las mujeres y los niños son las mayores víctimas

Así lo destacan los relevamientos de organismos especializados internacionales
Los testimonios se suceden y no dejan lugar para la duda. “Llegamos al local por la puerta de atrás. Después de dormir una siesta, la persona que nos trajo dijo que íbamos a tener que trabajar para él, que era nuestro nuevo patrón, que íbamos a tener relaciones sexuales con los clientes del lugar por plata. Tenía un arma de fuego y nos decía que si no hacíamos lo que él decía nos iba a matar.” Así, con total crudeza, relató una adolescente de la localidad chaqueña de Roque Sáenz Peña, el inicio de su odisea en 2005, cuando apenas tenía 14 años y fue trasladada a la región cordobesa de Santiago Temple. Los padecimientos sufridos por las víctimas incluyen ribetes sórdidos. Muchas veces, la coerción deja paso a la violencia física. “La quería hacer trabajar en otro lado, y como no quería ir la ataron a una silla y le tiraron agua con hielo mientras le pegaban una o dos veces por día. No le dieron de comer por una semana. Le decían que si no aceptaba la iban a matar”, señaló otra de las víctimas, en este caso una adolescente reclutada en 2001, cuando tenía 14 años. Ambos testimonios fueron recogidos por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), durante 2006 en la Argentina.

¿Qué es la trata?
Según los especialistas, una forma de esclavitud, sexual o laboral, consumada mediante el secuestro, engaño o violencia. El 90 % de las víctimas son mujeres, niñas y adolescentes. Desde el punto de vista legal, la Ley 23.364, aprobada en 2008, la define como “la captación, el transporte y/o traslado, y la recepción de personas mayores de dieciocho años, con fines de explotación, cuando mediare engaño, fraude, violencia, amenaza o cualquier medio de intimidación o coerción, abuso de autoridad o situación de vulnerabilidad, concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento”. Su articulado ordena la aplicación de la norma, también, “cuando se promoviere, facilitare, desarrollare o se obtuviere provecho de cualquier forma de comercio sexual.”

Prostitución precoz. Richard Poulin, investigador canadiense de la industria globalizada del sexo, asegura que el 48 % de las mujeres prostituidas tiene menos de 18 años. En el caso argentino, las redes se alimentan casi con exclusividad de paraguayas y dominicanas, de las cuales, se estima, el 34 % son menores de edad. Entran al país con documentos falsos. Las mujeres se compran y venden: por una adolescente pueden pagarse hasta 5.000 pesos. Sin embargo, las prácticas más habituales de captación son el engaño y el secuestro. Las provincias del noreste son la principal área de reclutamiento y Buenos Aires, Córdoba, La Pampa, Entre Ríos, Santa Cruz, Chubut y Tierra del Fuego son los principales destinos.

No hay cifras de la cantidad de mujeres y chicas que sufren esta forma esclavitud. En general, las víctimas o sus familiares temen represalias; muchas personas consideran naturales las condiciones de explotación laboral o sexual, y los gobiernos carecen de voluntad política para solucionar el problema.
Lo que existen son estimaciones económicas. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el negocio mundial de la trata sexual genera ganancias por unos 32.000 millones de dólares al año, ubicándose detrás de la venta de armas y del comercio de drogas. Un negocio redituable que requiere la complicidad de funcionarios, jueces y policías. Basta recordar la desaparición y asesinato de tres prostitutas marplatenses en los noventa, hecho adjudicado por la policía y los medios a un supuesto asesino serial, que llamaron “loco de la ruta”. En los hechos, el “loco de la ruta” no era ni loco ni era uno. Eran ocho policías a los que se acusó de “asociación ilícita”.

Soluciones. Desde la sanción de la norma, se rescataron a más de mil víctimas de trata y el año pasado, en Mar del Plata, se condenó a un hombre y a una mujer a cuatro años de prisión. Un avance, aunque tímido. La nigeriana Joy Ngozi, relatora Especial sobre Trata de Personas de la Organización de las Naciones Unidas, está convencida sobre “la urgencia de reformar la ley argentina para evitar que las víctimas mayores de edad tengan que demostrar que no dieron su consentimiento y para que se aumenten las penas a los delincuentes”.

Suecia, Noruega, Islandia y Corea del Sur persiguen a los clientes de prostitución, ya que consideran el comercio sexual como una forma de violencia contra la mujer. En las escuelas se previene contra el reclutamiento de adolescentes y se educa para que los varones no alimenten la demanda. En estos países, el reclutamiento de adolescentes y niñas se detuvo.

Los niños, primero. En los hechos, las formas que puede adoptar la esclavitud son muchas. El comercio sexual es apenas una. El trabajo infantil es otra. El caso de Ezequiel Ferreira es una prueba contundente. Ezequiel murió el 16 de noviembre pasado por un tumor cerebral, provocado por haber trabajado desde los 4 años entre la sangre y el guano de gallinas, manipulando venenos con elementos cancerígenos para la empresa avícola Nuestra Huella, en la localidad bonaerense de Pilar. Ezequiel tenía 6 años.
La primera encuesta nacional sobre niños y niñas, realizada por el Ministerio de Trabajo en 2004, detectó que en el país trabajaba el 6,5 % de los niños y niñas de entre 5 y 13 años, y que ganaban unos 22 pesos mensuales. El relevamiento puso en claro, además, que el 20 % de los adolescentes de entre 14 y 17 años trabajaba por 97 pesos mensuales. El 25 % de ellos había abandonado la escuela, deserción escolar que en las zonas rurales alcanzaba el 62 %. Además, tres de cada diez niños, y poco más de cuatro de cada diez adolescentes, repetían de grado.

Obviamente, el tema no es cuánto ganan, sino cúanto pierden. “La ausencia de capital educativo y la imposibilidad de terminar la escuela básica y media condena a la infancia y a la adolescencia a la pobreza y la exclusión”, subraya Pilar Rey Méndez, titular de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, quien observa el surgimiento de nuevas modalidades de trabajo infantil, como el cavado de fosas en cementerios y el aumento de la explotación sexual de niñas y niños. Dos realidades lacerantes que se suman al trabajo en fincas y galpones, la venta ambulante y la recolección de cartones y papeles.
Año 3. Edición número 138. Domingo 09 de enero de 2011
Por Juan Ayala
politica@miradasalsur.com

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